La misiva iniciaba diciendo que el retorno de la administración de las escuelas a la ciudad debía ser el “trabajo número uno” de quien resultara ganador o ganadora de la Alcaldía. Smiley ganó la candidatura demócrata, y posteriormente, la Alcaldía. Pero el regreso administrativo del distrito escolar, en vez de aproximarse, se alejó, a pedido de la Comisionada de Educación de RI, y la benevolencia de la Legislatura del estado. Mientras que el silencio del alcalde crece como maleza en el bosque.
La idea de Sasse me pareció sorprendente, porque muy pocos individuos de poder e influencia han ocupado mente y tiempo en buscar la fortaleza del Distrito de Escuelas de Providence, en vez de debilitarlo, o destruirlo paulatinamente. Todavía repaso su idea de tener un alcalde pro-educación (pública), pues no recuerdo haber conocido un alcalde de Providence que haya sido pro-educación, con la excepción de los esfuerzos incompletos del exalcalde David Cicilline.
En 2019 cuando arreciaban los esfuerzos por el control estatal de las escuelas públicas de Providence bajo la administración de Gina Raimondo, el silencio de los actores de interés a nivel local fue visceral. Para entonces había sido publicado un reporte devastador producido por la Universidad John Hopkins, que no hizo más que poner palabras a la pobreza académica acumulada por años y años, promesa tras promesa, superintendencia escolar tras superintendencia escolar, alcalde tras alcalde, gobernador tras gobernador, comisionado tras comisionado.
En 2020, el estado tomó control de la administración del Distrito de Escuelas de Providence. El mismo estado que por décadas ha sido incapaz de transformar el otro distrito que administra, con menos de 3 mil estudiantes, 5 veces más pequeño que el sistema escolar de Providence. Y la Alcaldía, el Concejo, y la Junta de Escuelas, silenciaron sus voces y abandonaron su autoridad. Aunque su curiosa manera de asumir responsabilidades ha sido pobre, y ocasionalmente destructiva, por su incapacidad de generar confianza y motivar creación de liderazgo interno, en vez de interferir. Debiéramos re-leer el libro del general (r) H.R. McMaster, “Dereliction of Duty”, pera entender mejor el fracaso de Providence en el ejercicio de su autoridad.
Soy un ser de esperanza y optimismo, como los poetas. Y aunque por más de una década espero el antídoto contra el eje (alcaldía-concejo-junta de escuelas) que localmente ejerce autoridad legal sobre el Distrito de Escuelas de Providence, también espero ver un día un distrito fuerte, con liderazgo interno, con voz propia. Y para eso es necesario que se cumpla la propuesta de Sasse, de que un día nos topemos con un alcalde pro-educación. Y yo añadiría, que el Concejo de la ciudad interfiera menos, y que los miembros de la Junta de Escuelas sean escogidos a través de elecciones. Pero lo más difícil es hallar a alguien que una vez llegue a la Alcaldía se preocupe más por la educación de los niños, que, por acumular dinero de campaña y poder. [JL]